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El placer de averiguar lo que uno creía que sabía

11-11-2021

Miembros de la promoción 33 y 34 de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. / VÍCTOR SAINZ

  • El periodista Martín Caparrós apadrina a los alumnos de la promoción 33 y 34 de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS

Cerca de 40 jóvenes periodistas iniciaron este miércoles, de manera simbólica, su carrera profesional. Forman parte de la 33ª y 34ª promociones (28 y 36 alumnos, respectivamente) de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Con el periodista argentino Martín Caparrós como padrino, celebraron su graduación en la sede del diario en Madrid, arropados por el director del Máster, Álex Grijelmo; la rectora de la Universidad Autónoma de Madrid, Amaya Mendikoetxea; la directora de EL PAÍS, Pepa Bueno, y el presidente ejecutivo de PRISA Media, Carlos Núñez.

Martín Caparrós recordó en su conferencia la necesidad de conocer los prejuicios propios antes de enfrentarse a un artículo, “para poder manejarlos” y que estos no lo manejen a uno; y, sobre todo, subrayó la importancia de la escucha. “Eso es más que nada el periodismo: disfrutar escuchando, ese placer de averiguar lo que uno creía que sabía y no sabía”.

No estaban todos los que debieran. La pandemia impidió que la promoción 33ª celebrase su graduación hace un año, cuando tocaba, así que muchos ya se encuentran fuera de la ciudad o no pudieron faltar a sus trabajos. Los que sí asistieron al acto participaron del homenaje a su esfuerzo y al propio oficio.

Caparrós, presentado por el exdirector de la Escuela y de EL PAÍS Javier Moreno, inició así el discurso principal: “Yo querría, como es lógico, contarles una historia”. El autor de libros como El hambre y Ñamérica, como narrador astuto, alimentó a los alumnos con consejos camuflados de relato.

¿Qué historias e ilusiones han llevado a estos jóvenes a querer convertirse en periodistas?, se preguntó Caparrós. Él apostó por la curiosidad: “Esa pulsión rara que no te deja tranquilo hasta que tienes la sensación de que has entendido algo y por tanto ya puedes contarlo”. También apuntó, como motor, al espíritu aventurero o a una manera de salir al mundo para mejorarlo. “Una ilusión vaporosa”, describió, pero sin la que nada termina de valer la pena. “El periodismo, artero como es, de vez en cuando consigue convencerte de que lo estás haciendo”, concedió.

Caparrós expuso a los jóvenes redactores ante “la compleja simplicidad del periodismo” que, más allá de las nuevas narrativas, formatos y canales de difusión, mantiene la misma esencia. Una estructura basada en averiguar sin esperar a que alguien lo cuente; pensar, huyendo de lugares comunes, y narrar “sin consignarlo todo como un notario tuerto”. Frente a los continuos vaticinios del fin del oficio o la machacona frase de la dificultad de los tiempos, el periodista los tranquilizó con sus 45 años de experiencia. “De lo que hay que cuidarse es de caer en la tentación del clic”, apuntó.

Previno a los graduados ante las fatigas del oficio y la dificultad de destacar, pero también avisó de lo fácil que es ser éticos si se sigue la máxima de “ser decente” y “no engañar”. También les insufló algo de aire para su vuelo y señaló con énfasis su posición de privilegiados: “Ustedes harán lo que eligieron hacer, lo que les gusta; y uno, que ya está grande, sabe que ese es el mayor privilegio que alguien puede tener en la vida”.

Los nuevos periodistas recibieron también los consejos de Álex Grijelmo. El director de la Escuela y subdirector de EL PAÍS les enumeró algunas claves que podrán emplear en su futuro, como la importancia del punto de vista o la de asumir los errores “con honradez y sin tapujos” para poder así rectificarlos.

La rectora, Amaya Mendikoetxea, confesó que un día pensó en ser periodista, y añadió: “Os habéis convertido en testigos de este cambio de paradigma del mundo desde una escuela de periodismo. Confieso mi envidia”.

Elena Vierna, de 24 años, de la 34ª promoción, espera no olvidar estos valores: “Hemos visto una idea perfecta del periodismo y, aunque sabemos que la realidad es distinta, quiero seguir siendo una creyente del oficio”. Su compañero Félix Krinner, de 24 años y de la promoción 33ª, ha aprendido a contar historias teniendo siempre presente quién recibe el mensaje al otro lado, sea lector, oyente o espectador. Más allá de la formación, Krinner destaca la mirada personal que ha ganado: “Una forma de enfrentarte al mundo”.

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